Saltar al contenido

¿Cómo empecé a vivir viajando?

El gusanillo

Hace tiempo ya que surgió en mí ese “gusanillo” de querer vivir viajando. Creo recordar el momento exacto en el que ocurrió: Me encontraba yo en mi piso de estudiante y, supongo que por casualidad, vi un vídeo de una chica que hablaba sobre su experiencia como viajera. Era una charla TED, y en ella, la joven hablaba con entusiasmo y decía que vivir viajando puede llegar a ser incluso más barato que vivir de alquiler en un sitio fijo. Me pareció asombroso, y al mismo tiempo realista. Pero lo que más me impactó fue descubrir un nuevo modo de vida: La vida del viajero empedernido, ese que no se detiene y vive viajando sin cesar. El nombre de esta chica era Aniko Villalba, y a ella le agradezco la implantación de esa semilla llamada “gusanillo” en mí.

Entonces, seguí viendo vídeos de gente que aseguraba vivir viajando y decían lo genial que era. Y, por supuesto, ese modo de vida se acabó convirtiendo en mi sueño de una forma u otra. Así que empecé a investigar sobre cómo era posible hacerlo, cómo había que prepararse o qué había que tener. La conclusión a la que llegué, pues muchos así lo anunciaban, fue que lo mejor era convertirse en nómada digital, para poder trabajar desde donde quisiera y viajar cuando y cuanto quisiera.

Proyectos y propósito

Así comenzó otra ardua investigación acerca de cómo ganar dinero a través de internet… Porque sí, hay muchísima información al respecto, pero ese mismo es el problema. La sobrecarga de información que lleva a lo que se conoce como parálisis por análisis. Es como intentar montar un gran puzzle: hace falta mucha paciencia para resolverlo. O alguien que te guíe en el proceso, pero claro, eso suele costar dinero, y no precisamente poco…

Así pues, comencé proyectos por mí mismo sin mucha idea de lo que hacía. Bueno, no es que no tuviera idea, pero lo que no tenía era claridad. Eso me ha hecho perder muchísimo tiempo: Empezar proyectos que se quedaban a medias, los transformaba, y, al cabo del tiempo, decidía que no tenían sentido, que necesitaba otra cosa. Ese círculo vicioso se ha repetido muchas veces, y se debe, como he dicho, a la falta de claridad y de foco. Se necesita un objetivo fijo, con buenos cimientos (seguro), en el que centrar toda la energía. Y no es nada sencillo conseguir semejante propósito. Porque además, ¡tiene que ser rentable…!

Seguí creando y desarmando proyectos durante mucho tiempo, pero no quise quedarme estancado repitiendo los mismos errores, así que decidí que tenía que comenzar a viajar aunque no tuviera un proyecto rentable.

Primeras experiencias viajando

Aunque ya había viajado al extranjero en varias ocasiones aprovechando las oportunidades que ofrecía el programa Erasmus+ (un año de estudios en Francia y tres intercambios juveniles a diferentes países), consideraba que los periodos no habían sido suficientemente largos o recurrentes. Tenía ganas de viajar de nuevo y comenzar nuevas aventuras, así que, en Febrero de 2020, me fui a hacer un voluntariado algo más largo. El destino elegido fue Turquía, y, aunque se suponía que sólo iban a ser dos meses, terminé viviendo allí durante más de 5 meses, ya que no podía volver debido a la pandemia causada por el Coronavirus (sí, el famoso Covid-19).
En verano pude regresar a España por fin: La aventura había acabado.

Desde entonces, y sin entrar en detalles, digamos que mi salud mental empezó a esfumarse. Así, en Mayo de 2021 estuve preparado para romper de una vez la mala racha y me aventuré a participar un nuevo voluntariado, esta vez en Holanda. Este sí duró lo que esperaba: 2 meses exactos. Pero yo no quería volver aún, quería seguir viajando, pues estaba determinado a vivir de esta forma.


Encontré un trabajo, en el que estuve 3 semanas, y después volví a hacer un voluntariado, pero por una vía diferente a Erasmus+. Descubrí la plataforma Workaway.info, y es gracias a ella que pude pasar 2 semanas en un campamento surfista allí en Holanda. Y después, encontré otra oportunidad de voluntariado (que abreviaré como “Workaway” en adelante) en Luxemburgo, país al que nunca había considerado ir, pero que en ese momento estaba totalmente a mi alcance (a tan sólo unas horas de viaje en tren y autobús). Así pues, llegué a un camping en El Gran Ducado, ¡en el que me quedé más de dos meses!
Al igual que el año anterior, habían pasado ya 5 meses desde que salí de España, pero en esta ocasión había estado cambiando de alojamientos e incluso países. Buscándome la vida.
¿Podía considerar por fin que estaba viviendo viajando? ¡Yo creo que sí! Estaba muy feliz por ello, y sin embargo, decidí regresar a España, pues comenzaba a echar de menos a mis amigos y familia, y no tenía ningún plan mejor.

Viajar para trabajar. Trabajar para viajar

El tiempo estando en mi pueblo pasó rápido sin que yo hiciera nada en concreto; Al menos, nada destacable. En Febrero de 2022 volvía a sentirme estancado, así que era hora de volver a viajar. Me fui a Gran Canaria a hacer un Workaway, donde pasé tres maravillosas semanas. Estando allí también llegué a la conclusión de lo que haría después: Volver al camping de Luxemburgo.
Y es que, la dueña me había ofrecido trabajo para la temporada de verano. No le había dicho sí desde el principio porque estaba abierto a encontrar un plan mejor, lo cuál no ocurrió.

A finales de Marzo me dirigí hacia aquel diminuto país, pero esta vez, en coche. Quería vivir un gran viaje por carretera, y, aunque todos me decían que no merecía la pena y que era arriesgado, para mí era una oportunidad perfecta para vivir nuevas aventuras. Eso sí, no pensaba conducir “sin parar”, sino todo lo contrario; hacer numerosas paradas e ir descubriendo diferentes lugares por el camino.

El viaje fue un éxito, lleno de encuentros con gente conocida y desconocida, nuevas vivencias, y algún que otro contratiempo. Así pues, a principios de Abril comencé a trabajar en el camping, donde me quedaría hasta finales de Octubre con la intención de ahorrar dinero y poder seguir viajando después. Efectivamente, eso fue lo que conseguí.

Vivir viajando: Un sueño hecho realidad

Después de haber estado seis meses en Luxemburgo, llegó el momento de volver a España. Lo hice de la misma forma, poco a poco, conociendo nuevos lugares y personas por el camino. Finalmente, llegué a mi ciudad natal a finales de Noviembre.

Una vez más, volvía a no tener grandes planes, aparte de hacer un curso online (sobre coordinación de viajes en grupo) que duraría hasta Enero. Pero eso era simplemente lo que quería: Disfrutar con mis amigos y mi familia cuanto pudiera antes de volver a emprender otro viaje. Porque, por fin, tenía bastante dinero ahorrado, y la próxima vez que viajara, no iba a ser con fecha de regreso. Bueno, lo cierto es que muchos de estos viajes que he narrado, no tenían realmente una fecha de regreso. Fui improvisando y decidiendo a cada momento. Es decir, ¡ya había comenzado a vivir viajando!
No obstante, al cabo de más o menos tiempo, siempre volvía a mi pueblo, y pasaba allí unos cuantos meses antes de volver a viajar. Entre 2020 y 2023, diría que he pasado de media la mitad del tiempo viajando (fuera de mi ciudad natal).

De nuevo, pasé las Navidades y el invierno en casa, pero mi mente ya estaba tramando la siguiente gran aventura: Un viaje al sudeste asiático, hacia Australia quizás. Sí, un viaje lento, improvisado, sin billete de vuelta. Un viaje… ¡Qué digo! Una vida llena de viajes, de nuevas experiencias. Vivir viajando como nunca antes lo había hecho.

En Marzo de 2023 llegó el momento. Una vez más, me despedí de todo el mundo (que yo conocía), me eché la mochila a la espalda, y me fui al aeropuerto. Primer destino: Turquía.
Y, tras dos meses ya viajando por este país, escribo estas líneas para confirmar que éste no es más que el comienzo de este gran viaje. Ese que mi mente trataba de imaginar una y mil veces, soñando con vivir viajando como lo hacía Aniko Villalba. Ese, que ahora es mi realidad. Definitivamente, puedo decir que vivo viajando.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *